“La Navidad es, por excelencia, la fiesta de la familia, porque Dios, al nacer en una familia humana, la eligió como primera comunidad consagrada por su amor”
(San Juan Pablo II, 15 de diciembre de 2002)
La colocación del nacimiento y otros adornos de Navidad en los hogares es una de esas preciosas tradiciones de las que podemos disfrutar gracias a haber nacido en un país cristiano. Con los belenes navideños, los niños pueden familiarizarse con la historia de la infancia de Jesús, contemplándola y fijándola en sus mentes para toda la vida (además de divertirse mucho colocando las figuras, que también es algo bueno).
Este año os proponemos algo que os ayudará a sacar aún más jugo del belén navideño: realizar, en familia, la bendición del mismo. El día de Nochebuena o algún otro día cercano, una vez que se haya colocado el nacimiento, la familia entera se puede reunir en torno a él y el padre de familia (o la madre, si el padre no puede o no quiere) preside una breve celebración doméstica, que recuerda la historia del nacimiento de Cristo, pide a Dios que la familia pueda aprovechar sus frutos y ruega a Dios su bendición. También se puede aprovechar para cantar algún que otro villancico.