El día de Pentecostés estaban reunidos los discípulos en una casa en Jerusalén. De repente, todos escucharon el sonido de un viento fuerte que llenó toda la casa. Entonces aparecieron como llamaradas de fuego que tocaban a cada uno de los discípulos. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo.
Y desde aquel momento comenzaron a anunciar a todo el mundo la buena noticia de Jesús Resucitado.