lunes, 10 de diciembre de 2012

Bendición árbol de Navidad



Dice la leyenda que, hace mucho tiempo, en el siglo VIII, un monje benedictino inglés, llamado Winfrid, dejó el monasterio en el que vivía para evangelizar a los pueblos del centro de Europa. Un día al monje Winfrid se le ocurrió hablarles de Jesús a las gentes de aquellas tierras, utilizando los mismos símbolos que ellos tenían, y les mandó cortar un árbol y plantar un abeto en su lugar. Entonces les dijo que sus dioses, como casi todos los árboles, morían, pero que Dios, como el abeto, es eterno.

El abeto se adornó con velas para mostrar de ese modo que Dios es la luz del mundo y así comenzó a utilizarse el árbol de Navidad lleno de luz en los hogares de casi todo el mundo. El monje Winfrid fue más tarde San Bonifacio, apóstol de Alemania.

Tiene un doble simbolismo: el árbol del Paraíso, que recuerda a Adán y Eva, que se conectaron a la Navidad al celebrarse popularmente su fiesta como santos el 24 de diciembre, y es ahora el árbol de la auténtica vida, al nacer el segundo Adán, Cristo. Y también la luz que acompaña al nacimiento del Mesías esperado, por las velas encendidas y la estrella de Belén en lo alto.

BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

El ministro, al comenzar la celebración, dice:

Nuestro auxilio es el nombre del Señor.


Todos responden:

Que hizo el cielo y la tierra.

Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada Escritura, por ejemplo:

Is 60, 13: “Vendrá a ti, Jerusalén, el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estado”.

Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:

Oremos.

Bendito seas, Señor y Padre nuestro,
que nos concedes recordar con fe
en estos días de Navidad
los misterios del nacimiento de Jesucristo.
Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol
y lo hemos embellecido con luces,
vivir también a la luz
de los ejemplos de la vida santa de tu Hijo
y ser enriquecidos con las virtudes
que resplandecen en su santa infancia.
Gloria a él por los siglos de los siglos.

R. Amén.